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UN MUSEO DE CÓMIC



El Museo del Prado cumple 200 años desde su inauguración (1819-2019), y la pinacoteca está aprovechando dicha efeméride, para dar mayor visibilidad a sus colecciones y a las actividades que desarrolla. Entre ellas, se encuentra la edición de un cómic (el cuarto), continuando su línea editorial de cómics de la que forman parte títulos como El tríptico de los encantados de Max, El perdón y la furia de Altarriba y Keko e Idilio de Montesol

Este cuarto volumen, se titula Historietas del Museo del Prado y su autor es Sento, Vicent Llobell Bisbal, un dibujante de toda la vida, como se describe él mismo en un vídeo en su web, que disfruta contando historias. Se ha concebido como homenaje a quienes hacen posible que sea uno de los museos más importantes del mundo: los vigilantes, directores y conservadores, los visitantes o la prensa.

Vicent LLobell Bisbal ("Sento")

Entre los personajes de Sento hay un conserje conocedor de todos sus entresijos, y que, como hilo conductor, aparece en todas las historias (Etelvino Gayangós), comenzando con una ficción de una visita de Goya el día de la apertura (en noviembre de 1819); y a partir de ahí todas están basadas en historias reales ocurridas entre 1891 y 2012.

La más antigua es Una noticia incendiaria, que recuerda el incendio que se inventó Mariano de Cavia en un artículo en El Liberal. Con él quería llamar la atención sobre las condiciones en que se encontraba el museo por aquel entonces. Y la llamó (¡de qué manera!): muchos interrumpieron la lectura de su texto antes de alcanzar el final –que es donde aclaraba la ficción– y acudieron a comprobar qué quedaba en pie. 

Sento también ha recuperado un robo, el de piezas del Tesoro del Delfín, perpetrado por un empleado del museo y descubierto en 1918; la fugaz visita de Margaret Thatcher en 1988, o la curiosa anécdota de la bomba que cayó en el museo durante la Guerra Civil. Esta no llegó a explotar; una persona que trabajaba para la junta de defensa se la llevó a su casa de recuerdo y ochenta años después su hijo decidió sacarla del armario donde la guardó su padre y ofrecerla para la exposición Arte protegido, sobre el museo y la Guerra Civil. Entonces se descubrió que no estaba desactivada. 



Pero, de una manera u otra, todas las historias tienen que ver con el arte y con la complicidad que en el museo se crea entre las obras y quienes se acercan a ellas. 

Como dice su Etelvino, su protagonista: "Y recuerden: las miradas preservan los cuadros, acrecientan el espíritu de sus creadores y cultivan la inteligencia del que lo hace. Pasen y vean o, en este caso, lean y miren"

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